New Orleans
Me había advertido que aquel fin de semana iba a ser el mejor de toda mi vida. Por un instante decidí hacerle caso y dejarme llevar por su entusiasmo. Normalmente toda nueva experiencia me llena de incontrolable emoción pero aquella vez no sucedió lo mismo. Para llegar a Nueva Orleans nos esperaban cuatro horas de viaje por carretera y dos horas de vuelo en avión.
Esa mañana cogimos su auto, nos percatamos que no nos faltase nada y nos abastecimos de unas cuantas provisiones para el viaje: latas de Coca Cola, unas donuts embolsadas y barras de Milky Way.
En Lima acababa de terminar un semestre más de la universidad y como había pasado invicto todos los cursos (la verdad cosa muy extraña en mí) me sentí con el derecho de pedirle, como recompensa a mi esfuerzo, un viaje a mi padre. Gracias a mi insistencia y a su generosidad, aquel enero pude fugar de Lima y viajar a Estados Unidos. Además, hacía mucho tiempo atrás entre mis padres y yo existía una deuda pendiente que, por diversas circunstancias, no se había concretado. Era hora reclamar lo adeudado.
Para ser sincero no sé por qué motivo elegí ese país como destino de mis vacaciones. Siempre consideré a Estados Unidos como un país híbrido, sin gusto y poco atractivo. Ya había estado ahí hacia unos seis años atrás con los mellizos Artieta y una tía lejana que, más por obligación que por otra cosa, nos llevó a Disney World a conocer a Mickey Mouse. Ahora, seis años después, me encontraba nuevamente en Estados Unidos. Los derechos que me ofrecen tener la mayoría de edad, el estar solo y los privilegios de tener en posesión una tarjeta de crédito dorada en el bolsillo eran las variables suficientes para hacer de este viaje unas vacaciones inolvidables. No había por qué arrepentirse de visitar nuevamente Estados Unidos. Por supuesto que no.
Ya en la interestatal que nos llevaría a Mobile, Alabama mi amigo se percató que no traía ningún cigarrillo encima suyo. Siguió manejando unos kilómetros más y paró en un Seven Eleven. Entramos a la tienda y nos recibió un redneck que se encontraba detrás del mostrador hojeando una revista pornográfica. Mi amigo se dirigió a la máquina de café, se sirvió el vaso más grande y cogió una cajetilla de Marlboro. Yo compré un hot dog y un disco de Smiths. Cada uno pagó lo suyo y subimos al auto para continuar con el viaje.
Aún faltaban dos horas para llegar al aeropuerto de Mobile. La tarde estaba fresca. La ventanilla baja del auto hacía que el viento acariciara mi rostro y revolviera mis cabellos. Cerré por un instante los ojos para descansar pero mi amigo no me dejó. Me comenzó a contar sus historias con sus ex enamoradas, todas ellas de raza negra. Decía que sexualmente ellas se desenvolvían mejor que cualquier otro tipo de mujer. Eso lo descubrió la vez que acudió a un night club en Los Angeles y se tiró a una rusa ilegal. Luego de aquella experiencia sentenciaba que las rubias, a pesar de ser más bellas que las mujeres de color, no valían la pena a la hora de follar. Así era mi amigo, poseedor de una forma de pensar muy peculiar.
Después de dos horas llegamos al aeropuerto y tomamos un vuelo de Delta. Nos registramos en el counter y subimos al avión rápidamente. Verifiqué el número de asiento que me habían asignado: 12 A.
Una señora que aparentaba unos cuarenta años, de contextura gruesa y piel trigueña ocupaba el asiento del costado. Desde que despegó la nave, hasta que aterrizó en Nueva Orleans, la muy hija de puta no dejó de roncar.
Aire. Aterrizaje. Al fin en la ciudad del jazz pude comprobar por mis propios medios todo lo que había escuchado sobre ella. Lo primero que hicimos después de instalarnos en el hotel fue ir a la famosa Bourbon Street y entrar a uno de los tantos bares que abundan ahí. Nos sentamos junto a la barra y pedimos un par de hurricanes para sentirnos más a tono con la ciudad. Al poco rato un par de chicas rubias con unas caras de putas impresionantes entraron al bar. Dieron un rápido vistazo al salón y, todas putísimas, se sentaron junto a nosotros. Pensé que lo que me correspondía hacer en ese instante era decirles algo.
- Hi, can I invite you a drink? - fue lo primero que se me ocurrió.
- Sure, thanks - me respondió la que se sentó a mi costado.
- I´m Mauricio and this is my friend Diego – le dije.
- Are you americans? – me preguntó la otra.
- No, we are peruvians. South America. Machu Picchu.
- Bárbaro che, nosotras somos argentinas, de Rosario, viste. Estamos acá de vacaciones por unas semanas nada más – dijo la que tenía cara de más tranquila, es decir, la menos puta.
Conversamos los cuatro un largo rato sobre nuestras vidas y sobre nuestras países. La verdad es que ambas estaban bastante bien físicamente a pesar de su apariencia.
A esas alturas, la media docena de esos traguitos rojizos que me había tomado comenzaba a hacer efecto. Estaba ya adormecido y me reía de todo. Diego y las chicas también estaban borrachos y hablando en voz muy alta, casi gritando.
- Che te voy a contar algo sobre mi ex novio. Él era peruano. Lo conocí en Santiago de Chile. No sabés lo que era el chabón ese. De todos los pibes con los que me he acostado, fue el mejor, era una máquina el hijo de puta – mientras hablada se iba mordiendo los labios. Por eso es que desde ese momento siento algo especial por los peruanos, che y no es joda, eh - finalizó.
Me cagué de la risa apenas terminó de decirme eso, quizás a consecuencia de lo que había bebido o quizás por lo que me imaginaba podía suceder. En ese momento mi mente comenzó a trabajar a mil.
Media hora después, luego de pagar la cuenta y de una charla que comenzó a subir de tono, fuimos a nuestro hotel. Cuando íbamos a tomar el ascensor, Diego se disculpó y dijo que iba por una cajetilla de cigarrillos. Nosotros tres subimos.
Como me lo imaginaba, Diego no volvió hasta la mañana siguiente a dormir al hotel. Seguro se fue tras una negra o a conocer la ciudad.
(Lima, diciembre 2005)
6 Comments:
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pero que pasó con los comentarios de arriba? todos insultaban a tu amigo por huevón o marica? hay que respetar el derecho a la locura, como puede ser perderse un polvo gratis a pesar de que la vida está cara...
Pero no creo que haya perdido un polvo gratis, se fue a buscar "EL POLVO" que el queria me imagino, ademas nada como hacerlo con quien te gusta no?
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